domingo, 28 de febrero de 2016

Calle de la Enseñanza (ahora tramo de la calle de La Corregidora)

  • Nomenclatura de 1794: Calle del Limón (tramo) o Calle 3a. del Limón.
  • Nomenclatura de 1840: Calle de la Enseñanzaparalela a las calles de Iturbide (ahora tramo de la calle de Iturbide) por el extremo norte; y de Celio (ahora calle de Mariano Jiménez) por el extremo sur.
  • Nomenclatura de 1868: Calle 2ª de Matamoros (tramo).
  • Nomenclatura de 1929: Calle de La Corregidora (tramo).
  • Cuartel (1794, 1840 y 1868): Número 1.
  • Sector Actual: Independencia



Para comenzar a hablar acerca de la historia de esta calle, hay que remontarse al año de 1794, cuando por órdenes del máximo jefe político del virreinato se realiza un plano de la traza urbana de Valladolid, el  cual, incluía la primera nomenclatura que regiría la ciudad por aproximadamente medio siglo.

Ubicación de la calle de la Enseñanza
en el plano de 1794

Durante el periodo colonial este par de manzanas formó parte de la Calle del Limón (ahora calle de La Corregidora y un par de manzanas de la calle de Antonio Alzate), posterior a esto, en el año de 1840 Ignacio Carrasqueado es encomendado para realizar una nueva reasignación de la nomenclatura de la ciudad, de modo  que, la  antigua Calle del Limón se fracciona por manzanas para la asignación de nombres quedando entre ellos el de la Calle de la Enseñanza; después en el año de 1868, el ayuntamiento de Morelia organiza un nuevo nombramiento a la nomenclatura que a su ver era anticuada y algo confusa; en esta etapa se vuelve a retomar el modelo colonial, donde las calles abarcaban varios pares de manzanas a lo largo de su trayectoria, de suerte que la Calle de la Enseñanza se integra a la Calle de 2ª de Matamoros (está abarcaba toda la actual calle de La Corregidora), a pesar de ser una nomenclatura más formal no tuvo buena aceptación entre la sociedad, pues la mayoría de personas siguió utilizando como referencia la nomenclatura del 40. Finalmente en el año de 1929 la 2ª de Matamoros cambia de nombre por el de Calle de La Corregidora y es el que ostenta hasta el presente.


A pesar de no pertenecer a la serie de placas
originales de 1840, sirven de modo ilustrativo
para recordar los nombres antiguos de las calles.

Como Calle de la Enseñanza, corría de oriente a poniente, siendo precedida por la Calle de los Aguacates por el oriente (ahora tramo de Antonio Alzate), y era sucedida por la Calle de la Alhóndiga por el poniente (ahora tramo de La Corregidora); rompía a partir de las esquinas de las calles de Mira al Río y de Morelos (ahora cruce de la Avenida Morelos Sur y La Corregidora) por el extremo oriente; y finalizaba al encontrarse con las esquinas de las calles de la Estampa y del Alacrán (ahora cruce de García Obeso y La Corregidora).



Vista hacia el oriente de la antigua Calle de
la Enseñanza

Respecto al origen del nombre de esta calle diversos autores concuerdan en lo mismo. Mariano de Jesús Torres afirma en su obra titulada Diccionario que este nombre los recibía "porque en el extremo occidental de la acera que ve al sur (esquina de García  Obeso y La Corregidora), estuvo establecida durante muchos años la Escuela y de Niñas, que dirigió la preceptora Doña Luisa Román."
Antonio Chavez Samano en su libro titulado Morelia y sus Nomenclaturas  afirma que: "El origen del nombre de la Enseñanza, se debió a que precisamente en el edificio que hoy ocupa el templo evangélico presbiteriano, se fundó la primera -Escuela Oficial del México Independiente-. Al respecto nos dice la historia que en el año de 1830 se establecieron las primeras Escuelas Normales Lancasterianas.
Llamábase a tales establecimientos , lancasterianos, en virtud de que ponían en práctica el método de enseñanza ideado en Inglaterra por los maestros Bell y Lancaster y que consistía en que un solo profesor, ayudado por un grupo de niños a quienes llamaban Monitores; impartían la enseñanza, que por tal razón se llamaba mutua. El sistema era relativamente fácil de aprender, así que, como la preparación de los maestros duraba poco, podría en breve tiempo haber muchos, y consecuentemente propagarse con rapidez la instrucción de los niños. Esta instrucción era poco extensa en sus asignaturas, siendo las principales: la lectura, escritura, aritmética, cartilla religiosa y cartilla civil. Con el tiempo se aumentaron la gramática, el dibujo y algunas otras materias, según la preparación del maestro y la capacidad, como se decía entonces, de los alumnos.

Placa conmemorativa del hecho de la creación de la
Escuela Normal Lancasteriana

Además de estos datos Mariano de Jesús Torres hace una descripción de esta calle a principios del siglo XX, en la cual menciona que: "Como calle céntrica se encontraba bien enlosada y empedrada, además de que se conformaba por casas de buen aspecto. Aparte de albergar la Escuela Normal en esta calle también vivió el Sr. General Santos Degollado...aquí también se encontraba en la esquina oriente de la acera que ve al norte hubo también una tienda de comistrajo llamada el Arco Iris perteneciente a un señor llamado Rafael Rosales (posteriormente esta tienda pasó a manos del señor Isidro Melgarejo quien la rebautizó con el nombre de La Providencia. En el  extremo occidental de esa misma acera existió también un mesón llamado de San Antonio.

Banqueta donde existió la tienda de La Providencia
y el Mesón de San Antonio
 



domingo, 21 de febrero de 2016

Origen del Nombre e Historia de el Callejón del Muerto (según Mariano de Jesús Torres)

Cualquiera que haya conocido Morelia antes de que fuera destruido el muro y capillas que rodeaba el cementerio de San Francisco para trasladar el mercado que existía en la Plaza de San Juan de Dios, después Plaza de la Paz (actual Plaza de Melchor Ocampo), recordará perfectamente que el muro de dicho cementerio que veía al norte, formaba un callejón con el frente de las fincas que miraban al sur.
Ese callejón era sumamente estrecho y por lo mismo, sombrío; de ahí es que aun cuando estaba bien enlosado y empedrado, era poco transitable, especialmente en las noches, pues a pesar del farol, alimentado con esperma, que existía a la mitad de la vía, la oscuridad era notable y pocos acostumbraban pasar por allí.
En el muro que, como se ha dicho, veía al Sur, después de las ventanas, bastante elevadas por cierto, de la casa ubicada al extremo oriente donde hace esquina la calle denominada del Serafín (ahora calle de Fray  Juan de San Miguel), existía una herrería en una cochera antigua, y en la serie de accesorias que terminaban en el extremo occidental donde forma ángulo con la calle de  la Cruz (ahora tramo de la calle de Vasco de Quiroga) había establecidos inmundos lupanares, frecuentados por rameras de baja estofa, a quienes convenía, naturalmente la soledad que reinaba en el callejón.

Pintura de Mariano de Jesús Torres, en el extremo
izquierdo se observa como era el callejón antes
del derribo del muro norte del convento

A raíz de la Independencia, habitaba la casa que, como se ha dicho formaba esquina con la Calle del Serafín, un viejo español bastante acaudalado; pero de costumbres muy severas, pues no era casi visitado por alguien, muy poco se le veía en la calle y cuando salía iba cobijado hasta los ojos con una capa española de fino paño negro y cuello de nutria.
Enemigo acérrimo de los insurgentes por ser adorador fanático del Rey Fernando VII, odiaba de muerte a los que habían combatido para destruir el gobierno colonial para implantar libertad.
Vista actual del Callejón del Muerto
Había sido casado con una hermosa mexicana, de cuyo matrimonio hubo una hija, tan bella y simpática como la madre; esta falleció al poco tiempo, quedando la niña a la merced y cuidado de una criada antigua que crió a la linda criolla con una solicitud y cariño verdaderamente maternales. Así se desarrolló y creció, siendo un prodigio de gracia y hermosura, por lo cual era idolatrada por su padre que veía en ella su más rico tesoro.
La referida joven, aún cuando respetaba las ideas monárquicas de su padre, nunca llegó a formarle sobre esto la más leve contradicción, sentía una atrayente simpatía por la causa que habían defendido los insurgentes, y leía con suma complacencia cuanto se escribía en alabanza de los caudillos que habían libertado a México del yugo extranjero.

En las filas de Morelos había peleado con valor y entusiasmo un joven, oriundo de esta ciudad, llamada entonces Valladolid, se había encontrado en todos los hechos de armas en que el intrépido cura de Carácuaro había conquistado más de una vez los lauros del triunfo.
Cuando después del desastre de las lomas de Santa María, y del fusilamiento del Héroe Matamoros, el caudillo de Cuautla fue hecho prisionero y fusilado después en San Cristóbal Ecatepec, el jóven insurgente se fue a unir con el fiel patriota Vicente Guerrero y sostuvo en las montañas del Sur el sagrado fuego de la libertad, hasta que Iturbide, poniéndose de acuerdo con aquel valiente general, proclamaron Plan de Iguala, enarbolando el pabellón de tres colores.
Al frente del ejército libertador entró a México, el memorable 27 de Septiembre de 1821, coronado de gloria y con la inmensa satisfacción de haber hecho independiente a su patria.
No teniendo ya objeto su permanencia en la milicia, y atraído por el amor a la tierruca, volvió a esta ciudad, a entregarse a la vida privada, subsistiendo de su trabajo personal en el comercio.
Conoció a la hermosa criolla de que antes se ha hablado; simpatizaron ambos jóvenes y se estableció entre ambos una amorosa correspondencia.
El viejo español que no había ni pensado siquiera que su hija pudiera prenderse de un hombre humilde y sobre todo de ideas antimonárquicas, proyectaba casarse, llegada la edad, con alguno de tantos gachupines como había entonces en esta ciudad.
Grande fue su ira, tremenda su indignación y furioso su coraje cuando llegó a apercibirse de los amores de su hija con el ex-insurgente, y tronando de enojo, la hizo comparecer ante sí, y le previno de la manera más terminante que prescindiera de tan viles amoríos.
Una placa de nomenclatura que recuerda
el acontecimiento ocurrido en esta
la Calle del Muerto.
La jóven aun cuando oyó con respetuoso silencio las prevenciones de su padre, no dejó las relaciones con su novio; participó a este lo que había pasado, y entonces coordinaron que sus visitas se verificarán al peso de la noche, saliendo ella por una de las ventanas que daban al callejón supradicho, donde la esperaría su apasionado galán; la soledad y desierto del sitio contribuyeron al buen éxito de sus proyectos, y nadie llegó a percibirse de aquellas misteriosas entrevistas.

Pero...el diablo que no duerme vino a entrometerse y en la forma de vieja bruja soplona; una noche acercóse al oído del irascible y celoso peninsular quien después de escuchar, montó en cólera y con odio africano concibió un siniestro plan...
Pocos o nadie supo a detalle el desarrollo de lo acontecido...
Cierta mañana, casi al mismo tiempo que la campana mayor de la Catedral sonaba las doce del día, la pesada puerta de uno de tantos conventos que había en Valladolid se abría para dar entrada a una futura monja.
Entre tanto el callejón de nuestra  historia, como narramos, era estrecho y sombrío, alumbrado solamente con la mortecina flama de aquel mísero farol; estaba todo embaldosado y durante las noches de lluvia ofrecía un aspecto tétrico y sobrecogedor.
Un día el callejón dejó de ser escenario de aquel romance y noches después un asustado transeúnte se encontró sobre las húmedas baldosas del callejón un cadáver horriblemente destrozado e iluminado apenas por la pálida luz de una farola.
Nunca se pudo averiguar el nombre del difunto, menos aún el nombre del victimario, y los habitantes de Valladolid dejaron de transitar por dicho lugar durante las noches, no solo por el misterioso asesinato que allí se cometió, sino también por el miedo que les infundía la presencia del panteón.
Los contados trasnochadores que se aventuraban a pasar por el oscuro callejón, aseguraban que los asustaba el ánima de un muerto.
Por esa razón los habitantes de Valladolid bautizaron el mencionado sitio con el nombre del"Callejón del Muerto".
Ya en la época de la Reforma derribaron la barda que circundaba el panteón de San Francisco desapareciendo automáticamente el famoso callejón.

Mariano de Jesús Torres, año de 1912.

Actualmente el callejón del Muerto se encuentra en la calle de Fray Bartolomé de las Casas, entre las calles de Vasco de Quiroga y Fray Juan de San Miguel; a un costado de la plaza Valladolid o de San Francisco.
Y es así cómo les presento una de las muchas variantes que existen sobre el origen del Callejón del Muerto, sin duda uno de los lugares más misteriosos de nuestra ciudad. Por si algún valiente quiere comprobar si aún deambula por ahí el ánima del difunto enamorado hágalo y comparta su experiencia, quizá el muerto de este callejón siga aguardando algún caminante nocturno a quien hacerle parte de su misteriosa presencia....Como la leí se las comparto.



viernes, 5 de febrero de 2016

Calle del Ratón (ahora tramo de la calle de Melchor Ocampo)

  • Nomenclatura de 1794: Calle de las Alcantarillas (tramo) o Calle 10a. de las Alcantarillas.
  • Nomenclatura de 1840: Calle del Ratónparalela a las calles de San Nicolás (ahora tramo de la Avenida Madero Poniente) por el lado sur; y de las Rosas (ahora tramo de la calle de Santiago Tapia) por el lado norte.
  • Nomenclatura de 1869: Calle de 1ª de Allende (tramo).
  • Nomenclatura de 1929: Calle de Melchor Ocampo (tramo).
  • Cuartel (1794, 1840 y 1868): Número 2.
  • Sector actual: República


La antigua calle del Ratón posee un lugar muy importante en la ciudad, no solo por su ubicación sino por su historia. Podemos comenzar a referirnos a esta calle a partir del periodo colonial, periodo en el que formaba parte de la antiquísima Calle de las Alcantarillas (esta abarcaba las actuales calles de Melchor Ocampo y Aquiles Serdán), siendo esta la última de diez manzanas que la conformaban. Finalizado el periodo virreinal la calle de las Alcantarillas se fraccionó por manzanas para asignar una nueva nomenclatura, de modo que, el par de manzanas ubicadas en el extremo poniente de esta recibió el nombre de la Calle del Ratón; para el año de 1869 se realiza una nueva nomenclatura muy nacionalista, la cual se caracterizó por abarcar varios pares de manzanas en una sola calle, quedando incluida la calle del Ratón en la Calle  1ª de Allende (esta abarcaba por completo la actual calle de Melchor Ocampo). Finalmente en el año de 1929 esta cambia de nombre por el de Calle Melchor Ocampo y es el que conserva hasta hoy en día.


Placa de nomenclatura asignada en el año de 1840, a pesar
del deterioro es casi un milagro que se conserve

Como Calle del Ratón, esta corría de oriente a poniente, comenzando a partir de las esquinas de las  calles de 1ª y 2ª de Jazmines (ahora cruce de las calles de Guillermo Prieto y Melchor Ocampo) en el extremo oriente; y terminaba al encontrarse con la  calle de la Compañía (ahora calle de El Nigromante), frente al Colegio de San Francisco Xavier, hoy Palacio Clavijero.

A pesar de que estas placas no son las originales de 1840
sirven de modo ilustrativo
 

Respecto a la historia de esta calle es importante mencionar que en las primeras décadas del siglo pasado esta estaba compuesta por casas de buen aspecto, estaba bien enlozada así como bien empedrada y es regularmente transitada. En ella se encuentra la entrada sur del Colegio de San Nicolás, el cual abarca casi en su totalidad la manzana sur de esta calle. 

Puerta de entrada del Colegio de San Nicolás

El nombre tan curioso que esta calle llevo en el año de 1840 surge a raíz del siguiente hecho acontecido en la antigua Valladolid:

"Era el año de 1811, la ciudad de Valladolid pasaba días de espanto y de terror. Don Torcuato Trujillo, suprema autoridad militar, era la personificación de la crueldad; tanto que hizo exclamar a Calleja: Trujillo es un loco con una espada en las manos.
Muchos vallisoletanos andaban peleando al lado de los insurgentes y las familias de estos eran constantemente objeto de vejaciones. A mayor abundamiento, Manuel Muñíz, el célebre guerrillero, había atacado dos veces la ciudad en aquel mismo año (28 de mayo y 19 de julio) y Trujillo, enfurecido, descargaba su ira contra los sospechosos de convivencia con los americanos.
Entre los vecinos de Valladolid que militaban en las filas de Muñíz, se encontraba don Manuel Villalongín, persona de familia medianamente acomodada, que tenía en la ciudad a su esposa con dos pequeñas hijas.
Doña Josefa Huerta Escalante que así se llamaba la esposa de Villalongín, recibía frecuentemente cartas del campo insurgente, pues era un hábil y entusiasta propagandista de la causa nacional.
En los últimos días de agosto, recibió doña Josefa una carta de Muñíz, fechada en Acuitzio en donde tenía su Cuartel General y dirigida al Teniente José M. Monroy, que militaba a las ordenes de Trujillo.
Monroy era un valioso elemento que los insurgentes necesitaban tener de su parte, y en la carta de Muñíz lo invitaba con las frases más patéticas y sinceras a que se pasara a <<la justa causa de la Independencia; pues no había razón para que estuviera defendiendo un injusto derecho, que nada más por capricho lo querían sostener  los ultramarinos a  costa de las vidas de nuestros mismos hermanos>>.
Doña Josefa recibió la carta para  hacerla llegar a su destino; ¿más de quién valerse para conseguir  tal objeto?
En el propio regimiento militaba como corneta mayor José Villaseñor, alias "El Ratón", joven de veinticinco años, apuesto garboso, hijo de la propia ciudad, Villaseñor cultivaba relaciones amorosas con una joven amiga de Doña Josefa Huerta, llamada Josefina Navarrete; con ella pues, irían a entrevistar a Villaseñor y éste sería el conducto más seguro para que la carta llegara a manos de Monroy.
Dicho y sucedido, el día 2 de Septiembre, como a las nueve de la noche, las  dos mujeres fueron a entrevistar al corneta mayor en el cementerio junto a la catedral, y allí lo convencieron para hacer llegar la carta de Muñíz a su destino. El infortunio quiso, sin embargo, que aquella empresa fuera desgraciada. Delatado el Ratón fue preso y sometido a un Consejo de Guerra el día 3 de septiembre. En el expediente que se formó con tal motivo claramente consta que fue sentenciado a muerte, la cual se aplicó al día siguiente, 4 de septiembre, entre una y dos de la tarde, muriendo José Villaseñor alias "El Ratón", con la entereza, valor y energía de los que, conscientes mueren por una causa justa. Este valiente vivía en la última cuadra de la que es hoy calle de Melchor Ocampo".

Vista de la Calle del Ratón en la actualidad

Debido a la poca importancia que se le dío a este hecho es casi desconocido por los actuales moradores de la ciudad y por los que a diario transitan por esta calle tan bulliciosa, a pesar de no tener un monumento que recuerde su hazaña, este heroe anonimo paso a la posteridad dando su apodo a una calle que desafortunadamente lanzó este mismo sobrenombre al olvido al "modernizarse", pero que hoy recordamos como uno más de los hijos destacados de nuestra ciudad.

Otra vista de la Calle del Ratón
Con información de:
Chávez, A.. (1987). Morelia y sus Nomenclaturas. Morelia, México: FIMAX.

Calle del Granjeno (o del Grangeno)

Nomenclatura de 1794: Calle del Granjeno (tramo). Nomenclatura de 1840: Calle del Granjeno. Nomenclatura de 1868: Calle 10a. de Aldama. Nome...